20.1.07

Las huellas del Neanderthal


Ningún científico, ningún paleontólogo, se ha atrevido hasta la fecha a establecer de una forma seria que el Homo sapiens y el hombre de Neanderthal llegaran a cruzarse, a pesar de convivir por casi toda Europa durante más de diez mil años, tras la llegada progresiva del hombre moderno a tierras europeas, hace más de 45.000 años, procedente del África Occidental y a través de Oriente Próximo.
Tampoco se ha atrevido ninguno, de manera tajante, a asegurar lo contrario. Aunque todos los estudios genéticos realizados sobre restos fósiles de la época indican que ambas especies no llegaron a mezclarse: hasta donde se sabe, el hombre moderno no tiene un solo gen procedente del neandertal.
Sin embargo, con todas las cautelas que impone la Paleontología, el profesor Joao Zilhao, de la Universidad de Bristol, tras el análisis detenido de los fragmentos de cráneos hallados entre 2002 y 2005 en el yacimiento de Petera Cu Oase, en Rumanía, asegura que dichos restos fósiles presentan algunas características comunes al ser humano actual y al hombre de Neanderthal. Se trataría de un «cráneo puente» entre ambas especies.
Publicado su trabajo en el último número de la revista «Proceedings of the National Academy of Sciences» (PNAS), Zilhao afirma que estos rasgos comunes «podrían ser la prueba de una mezcla con las poblaciones neandertales a medida que el hombre moderno se propagaba por todo el continente hacia la Europa Occidental».
Estructura ósea
Dichos rasgos comunes se agruparían en «importantes características que no se presentan en la estructura ósea de la cabeza de los seres humanos modernos», como el achatamiento frontal, una protuberancia mastoidea excesivamente pronunciada, o unos molares superiores cuyo tamaño corresponde a los neandertales.
El profesor Zilhao y su colega Erik Trinkaus, de la Universidad de Washington, han encabezado los estudios realizados por científicos europeos y estadounidenses sobre los restos fósiles hallados en Petera Cu Oase, en el suroeste de Rumanía, y su comparación detallada con otras muestras halladas en Europa procedentes del mismo periodo del Pleistoceno.
Un conjunto de fragmentos craneanos, identificado como «Oase 2», fue datado con una antigüedad de más de 35.000 años, en tanto que a un segundo conjunto, esencialmente diversas piezas de una misma mandíbula, se le adjudicaron más de 40.500 años.
Ambos grupos de restos fósiles corresponden a hombres de aproximadamente la misma edad, y constituyen el conjunto craneano de un hombre moderno más antiguo que haya sido hallado jamás en Europa, según el equipo investigador, así como la mejor imagen posible sobre su apariencia.
En este sentido, otro informe, publicado la semana pasada por la revista «Science», señalaba que los primeros seres humanos modernos se establecieron en el este de Europa, a orillas del río Don, unos 400 kilómetros al sur de Moscú. Se trataría, según John Hoffecker, uno de los autores del estudio, de las evidencias más antiguas -unos 45.000 años- de la presencia del hombre moderno en Europa.
Características mixtas
El equipo científico encabezado por los profesores Zilhao y Trinkaus sostiene que los restos encontrados en el yacimiento de Oase revelan características morfológicas mixtas, o híbridas, entre el actual ser humano y el hombre de Neanderthal. Algunas de estas características no se presentan en los descendientes del Homo sapiens.
El profesor Zilhao considera que estas diferencias plantean importantes interrogantes acerca del desarrollo morfológico de los seres humanos. Admite que tal vez «podrían ser el resultado de una regresión evolutiva, o puede que sean el reflejo de una muestra paleontológica incompleta de la diversidad humana en el Paleolítico Medio». Sin embargo este científico de la Universidad británica de Bristol se inclina por pensar que pueden constituir la prueba de que neandertales y hombres modernos se mezclaron.
Rasgos morfológicos
Los rasgos morfológicos que presenta el cráneo de Oase pudieron ser el resultado de características arcaicas conservadas de los neandertales, en forma de combinaciones especiales surgidas de la mezcla de rasgos procedentes de distintos conjuntos genéticos.
En cualquier caso, Zilhao estima que este cráneo se suma a un conjunto, ya conocido, de pruebas fósiles, genéticas y arqueológicas que indican una importante interacción cultural, e incluso biológica, entre las poblaciones neandertales y los grupos de hombres modernos que accedieron a Europa hace 45.000 años.
Su colega Trinkaus, por su parte, considera que «técnicamente, el cráneo hallado en Oase es un cráneo humano, pero los hombres, tal como ahora somos, hemos evolucionado considerablemente desde entonces». Tal vez, como piensa Zilhao, signifique mucho más.