«Las bacterias están en la base de la vida, no están ahí para fastidiarnos»
ABC 19/I/2007
DANIEL MEDIAVILLA
DANIEL MEDIAVILLA
VALENCIA. El pensamiento ortodoxo y previsible no va con Lynn Margulis. Ayer por la tarde en el auditorio del Museo de las Ciencias, la catedrática de Geociencia de la Universidad de Massachusetts-Amherst, antes de comenzar con su conferencia titulada «La evolución de la vida en los océanos», se negaba a realizar ningún tipo de declaración para las televisiones que se habían acercado a recogerlas. «En la televisión no se puede aprender nada», decía mientras negaba con la cabeza ante varios periodistas estupefactos. Después, cuando la conferencia ya había comenzado, continuó ejerciendo como «azote de la caja tonta». «Vamos a apagar todas las luces del auditorio -dijo poco antes de mostrar un video- hasta que las cámaras no vean nada y la gente vea todo».
Alabada como científica genial por muchos, pero también con un buen número de detractores, Margulis realizó aportaciones fundamentales para comprender cómo dio la vida los primeros pasos. Una de ella es la de descubrir que hace dos mil quinientos años, varias bacterias, cada una con sus funciones particulares, se reunieron para formar las primeras células con núcleo, de las que todos estamos compuestos.
Las bacterias no son malas
Ante una audiencia numerosa la microbióloga estadounidense trató de explicar cómo se producían estos procesos, acompañando las imágenes de esos componentes básicos de la vida con provocativas imágenes. «Todos los bichos estamos compuestos de otros bichos» afirmaba reivindicando su manera de entender la evolución en la que estos organismos son básicos. «Hay una percepción muy errónea según la que se cree que las bacterias son unos elementos patógenos que están ahí para fastidiarnos y no es así. Las bacterias son esenciales para el mantenimiento de la vida y están en el origen de la vida compleja».
Poco después, para explicar la simbiogénesis, su teoría para explicar cómo se ha producido la evolución, defendía sin problemas que uno más uno es uno; al menos en biología. Frente a los que hablan de una selección de mutaciones positivas para explicar cómo los seres vivos van ganando en complejidad ella prefiere una forma de trabajo que podemos considerar de colaboración. «De las mutaciones sólo aparecen especímenes defectuosos, los cambios positivos se producen cuando tiene lugar un intercambio de genomas», señaló Margulis. Para que esto sucediese, las células abrirían las membranas que las protegen del mundo exterior. Después, sus núcleos con su carga genética realizarían un intercambio del que aparecería un espécimen mejor.
Extinciones masivas
«La vida -dice Margulis que desde 2001 forma parte del claustro de doctores de la Universidad de Valencia- es un proceso, es continua. Ha habido muchos desastres que han producido grandes extinciones, pero siempre se ha mantenido una continuidad».
Por cada ser vivo, hay 1000 desaparecidos. En total, 30.000 millones de especies extinguidas en casi 4.000 millones de años de historia. Y entre esos seres vivos, los humanos, que desde el punto de vista de Margulis -por supuesto, desde el punto de vista biológico- no tienen nada que hacer en competencia con las bacterias. «Ellas estaban aquí mucho antes que nosotros y permanecerán después de que nos extingamos, algunas se adaptan a las aguas contaminadas y resistirían a una guerra nuclear», ha dicho en alguna ocasión. Los humanos, sin embargo, según Margulis, estamos condenados a la extinción.
Esta forma de ver el proceso de la vida se encuadra bien dentro de la teoría de Gaia, según la que la vida fomentaría y mantendría unas condiciones adecuadas para sí misma. Margulis reconoce que la actividad de los hombres están transformando los ecosistemas en los que viven, pero a lo largo de la historia se han producido cambios mucho más acusados. Un ejemplo es la gran extinción del Pérmico-Triásico en el que cerca del 95 por ciento de las especies marinas y alrededor de un 70 por ciento de los seres vivos terrestres desaparecieron. Las bacterias, con una capacidad metabólica muy superior a la de los seres vivos complejos -se han descubierto algunas capaces de sobrevivir en terrenos contaminados por vertidos nucleares-, se las arreglaron.
«Vivimos en un mundo bacteriano», señaló ayer Margulis. Una característica que, de momento, sólo se puede atribuir a la Tierra. «No se sabe si hay otro igual, pues no desconocemos la presencia celular más allá de nuestra biosfera», dijo, tocando otro de los asuntos que siempre han interesado a esta mujer, miembro de la Academia de las Ciencias de EE. UU. desde 1983.